Acostumbramos ver a Dios siempre
como nuestro Creador, como el Señor de nuestras vidas... pero, ¿cuántas veces
le ves como un amigo? Quiero invitarte a hacer algo:
cierra los ojos e imagina por un momento que Dios y tú son amigos muy
cercanos. ¿Puedes imaginártelo? Seguramente la primera imagen que te vendría
a la mente sería la de Dios y tú hablando, compartiendo lo que hay en tu corazón,
quizá entorno a una deliciosa taza de café colombiano (o de chocolate
caliente). Eso es lo que hacen los amigos de verdad: Hablan, ríen, y se
cuentan las cosas por las que están pasando, aun las más íntimas, aquellas
que no contarían a nadie más. ¿Puedes imaginarte teniendo este
tipo de relación de amistad profunda con Dios? Mira lo que dice Jesús: “Ya no os llamaré siervos, porque
el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque
todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15). · Él no nos
considera ya Sus siervos, aunque Él es en verdad nuestro Señor. · Para Él somos Sus
amigos, tenemos una relación especial, profunda con Él. · Como consecuencia
de ello, Él comparte con nosotros lo que hay en Su corazón. Sí, Dios desea tener una amistad
real contigo. Él quiere revelarte cosas
profundas, a la vez que tú también te abras a Él y le compartas todo lo que
hay en tu corazón. “Señor, gracias porque me has hecho
Tu amigo, y porque puedo venir delante de Ti y compartir mi vida entera
contigo. ¡Gracias porque me hablas, y compartes Tu corazón conmigo! Ayúdame
para que mi ser esté siempre abierto a Ti al 100%. ¡Gracias por Tu amor
increíble y por Tu amistad! En el Nombre de Jesús. ¡Amén!” |