La epístola a los Colosenses extrae las consecuencias prácticas de nuestra muerte y resurrección con Cristo: Si habéis muerto con Cristo… ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos… (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres)…? (2:20-22). Establecer reglas, leyes y ordenanzas para el hombre que no ha sido regenerado es legalismo. Pero, si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios3:1-3). Hemos resucitado por la gracia de Dios. A nosotros nos corresponde buscar lo positivo, las cosas de arriba, pensar en ellas, cultivar la vida que tenemos en Cristo. Ello implica que debemos hacer morir lo terrenal en vosotros (v. 5), es decir, no alimentar los desordenes carnales; también se trata de dejar todas las manifestaciones del carácter natural: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas (v. 8). Para ello necesitamos el poder del Espíritu de Dios. Y a esto le sigue el aspecto positivo: Vestíos… de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia… (v. 12-15), en una palabra, de todo lo que la nueva vida produce. Para hacerlo posible tenemos un potente recurso: La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros (v. 16). Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3:3)