martes, septiembre 25, 2007

Unidos a Cristo (1-3)

Por la transgresión de uno solo reinó la muerte,
mucho más reinarán en vida por uno solo,
Jesucristo,
los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.
Romanos 5:17.
En cuanto a nuestra unión como creyente con Cristo, vemos su obra en nosotros. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la caída del primer hombre? (Génesis 3). El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte (Romanos 5:12). El pecado separa a los hombres de Dios y a los hombres entre sí; la muerte es la separación del alma y el cuerpo físico; para los que no son salvos, la segunda muerte es la separación eterna de Dios en el lago de fuego (Apocalipsis 20:14). La relación que existía con él antes de la caída quedó interrumpida por el pecado. Pero, por la obra de su Hijo, Dios da en cambio mucho más: no nos restablece el estado anterior, sino que nos une a Cristo. Merced a nuestra unión con Cristo, él permanece en nosotros y nosotros en él. Esto era un misterio antes de la venida de Cristo (Colosenses 1:26-27), algo oculto, pero ahora, en el tiempo de la gracia, es revelado por el Espíritu. Nosotros estamos en Cristo ante Dios, tema importante de la epístola a los Efesios; Cristo está en nosotros en este mundo, como lo subraya la epístola a los Colosenses. Captar esto por la fe transforma la vida (Gálatas 2:20). Romanos 6 nos ofrece lo esencial de esta obra divina en nosotros: Plantados, hechos una misma planta con él (v. 5). Esto implica nuestra muerte con Cristo (v. 6-7) y nuestra resurrección con él (v. 8; ver también Efesios 2:5-6).