martes, septiembre 25, 2007

¿Somos esclavos de nuestras máquinas?

Si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti;
pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros,
y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
Mateo 5:30.

Todas las cosas me son lícitas…
mas yo no me dejaré dominar de ninguna.
1 Corintios 6:12.

La parábola de Lucas 14:15-24 nos cuenta la historia de un hombre que ofrece un festín. Ilustra la invitación que Dios dirige a todos los hombres porque desea llenar el cielo, ese glorioso lugar de felicidad. Pero, cosa extraña, los invitados parece que compitieran a fin de hallar la mejor excusa para no asistir. Uno de ellos explica: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. A veces actuamos como este invitado. Frecuentemente el hombre moderno está tan inmerso en sus actividades que permanece sordo a esa divina invitación. En nuestros días, estas cinco yuntas podrían ser una nueva máquina, un auto, una computadora… ¿Podrá una invención tecnológica, concebida para facilitarnos el trabajo, impedir que nos pongamos en regla con Dios? ¿Sacrificaremos la felicidad eterna por una ocupación pasajera? Esto nos hace pensar en Esaú, quien cambió la bendición divina por un plato de lentejas. Para nosotros que creemos en el Señor Jesús, el Salvador de nuestras almas, ¿podría una actividad apasionante estorbar nuestra relación con Dios, ocupar demasiado lugar en nuestra vida y llegar a ser como un ídolo al cual sacrificamos nuestro tiempo libre? No seamos esclavos de nuestras máquinas; ellas son sólo herramientas útiles a nuestra disposición y a la de nuestro Señor.