martes, septiembre 25, 2007

Una prueba suficiente

Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad,
y trae acá a los pobres,
los mancos,
los cojos y los ciegos…
Vé por los caminos y por los vallados…
para que se llene mi casa.
Lucas 14:21, 23.

Los sanos no tienen necesidad de médico…
No he venido a llamar a justos,
sino pecadores. Marcos 2:17.
Cierta vez, el doctor Barnard, fundador de numerosos orfanatos en Inglaterra, fue abordado en la calle por un chico de aspecto miserable, vestido de harapos, quien le dijo: –Señor, quisiera entrar en una de sus casas: – Pero, hijo mío, no te conozco, le dijo el doctor, ¿quién eres? ¿Conoces a alguien que pueda recomendarte? –Por favor, señor, suplicó el niño, mostrándole sus harapos, pensaba que «esto» sería una prueba más que suficiente. Conmovido, el doctor Barnard tomó la mano del chico y lo inscribió en uno de sus orfanatos. ¿Quiénes entrarán en la casa del Padre, en la eterna presencia de Dios? Aquellos que desde el fondo de su miseria apelan a su gracia, los que saben que están perdidos, que son culpables ante Dios. En la parábola de Lucas 15, el padre da el mejor vestido de fiesta al hijo arrepentido que vuelve a casa, y no a su hermano. Sólo hay una condición previa a la salvación: haber comprendido que uno está perdido. ¿Por qué estoy perdido? Porque he vivido sin tener en cuenta a Dios y le he ofendido, así que no soy digno de su presencia. Él simplemente me pide que reconozca esto, pues es la única prueba que me identifica ante él para obtener su perdón.