Juan 16:27.
Al final de su oración en Juan 17, Jesús dice, dirigiéndose al Padre: Les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos (v. 26). A lo largo de todo el Evangelio habla de el Padre, o mi Padre, pero a partir de la obra de la cruz y de su resurrección, dice: Subo a mi Padre y a vuestro Padre. No dice nuestro Padre, pues su relación con el Padre es más estrecha que la que pudieran disfrutar los suyos. Él sigue siendo el primogénito entre muchos hermanos; no obstante, la relación está establecida, y la comunión es expuesta en 1 Juan 1: Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo (v. 3). Comunión con el Padre acerca de su Hijo; comunión con el Hijo respecto a su Padre. Ser consciente de ello hace que el corazón sea completamente feliz desde ahora en esta tierra. Por eso el apóstol dice: Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido (v. 4). ¿En qué medida gozamos, día tras día, de esta comunión que puede ser disfrutada individualmente en la tranquilidad de un momento del día, y sobre todo colectivamente en el culto de adoración, en donde el himno eterno ha comenzado su entonación aquí en la tierra, exaltando y glorificando al Padre y al Hijo? En esos momentos, el Padre nos enseña la gloria del Hijo, y nosotros decimos al Padre todo lo que hemos encontrado en el Hijo. La comunión es tener sentimientos en común, intereses en común acerca de la misma persona, es decir, Cristo. Esto es lo que llena el corazón con agrado y gozo.