jueves, agosto 09, 2007

Un valiente testimonio

A cualquiera, pues,
que me confiese delante de los hombres,
yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.
Mateo 10:32.

Muchos creyeron en él;
pero a causa de los fariseos no lo confesaban…
Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
Juan 12:42-43.
Un rey de Prusia, Federico el Grande, tenía mucha estima por von Ziethen, uno de sus generales. A menudo lo invitaba a su mesa y lo hacía sentar a su lado. Pero un día, Ziethen rehusó la invitación del rey explicándole que debía asistir a un culto en el que debía tomar la santa cena. Poco después el rey volvió a invitarlo y le preguntó: –Dígame, Ziethen, la invitación de su Señor, ¿fue mejor que la mía?, y agregó palabras irrespetuosas que preferimos no repetir. Todos los invitados rieron. Ziethen se levantó y con voz firme respondió al soberano: –Su majestad sabe qué estima tengo por usted y de qué abnegación sería capaz para satisfacerlo. Pero hay alguien que está por encima de usted: es el Salvador del mundo. No permitiré que se burlen de él, porque en él descansan mi fe y mi esperanza. Todos los presentes quedaron estupefactos. El rey tendió la mano a su general y le dijo: –¡Qué feliz es usted, Ziethen, admiro su fe! Es de desear que ella no lo abandone. Esto no volverá a ocurrir. El rey salió de la sala e invitó a Ziethen a su despacho. Nunca se supo lo que allí hablaron estos dos hombres. Pero este vigoroso testimonio es un hermoso ejemplo para nosotros los cristianos. A menudo, cuando se presenta la oportunidad, ¿no nos falta el valor para declarar lo que Jesús es para nosotros?