jueves, agosto 09, 2007

Limpieza perfecta

La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
1 Juan 1:7.

Cierta noche, durante una predicación del Evangelio, una joven alcohólica y drogadicta respondió al llamado de Dios y aceptó a Jesús como su Salvador y Señor. Enseguida su cambio fue evidente. Llegó a ser un miembro fiel de la congregación y con el tiempo fue maestra de escuela dominical de los niños pequeños. Después de algún tiempo un joven creyente se sintió atraído por ella y pronto empezaron a tener proyectos de casamiento. Sin embargo, algunas personas pensaban que una mujer con semejante pasado no era adecuada para un joven como él. Hubo muchas discusiones y como la tensión aumentaba, la joven se turbó y empezó a llorar. El joven se interpuso diciendo: Lo que ustedes están poniendo en tela de juicio no es el pasado de mi prometida, sino el poder de la sangre de Cristo para limpiar los pecados. Ustedes dudan de la eficacia de su sangre. Ella purifica de todo pecado, ¿sí o no? Entonces, aquellas personas se dieron cuenta de que habían denigrado la obra de Cristo. El perdón es una parte fundamental del Evangelio. Si la sangre de Cristo no pudiera limpiar completamente a cualquier pecador arrepentido, ¿qué seguridad tendríamos de nuestra propia salvación? La Palabra de Dios es tajante: La sangre de Jesucristo (el Hijo de Dios) nos limpia de todo pecado… Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:7, 9). El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados (Miqueas 7:19).