de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer,
y su hermosura más que la de los hijos de los hombres,
así asombrará él a muchas naciones.
Isaías 52:14-15.
¿Qué fue lo que desfiguró a tal punto el aspecto del Señor Jesús como hombre? Fue el trato cruel que le dieron los hombres al manifestarle su odio. Esto empezó cuando los dirigentes del pueblo le escupieron en la cara. Pero no se contentaron con esto: le cubrieron el rostro y le dieron puñetazos, diciendo: Profetiza (Marcos 14:65). Luego lo llevaron atado a Pilato, el gobernador y juez romano, quien después de un breve interrogatorio mandó que lo azotasen: un trato cruel que dejaba la espalda sangrando. Para burlarse de él y aumentar sus sufrimientos, los soldados tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, luego lo golpearon con una caña. ¡Qué suplicio! Y por último, el Señor tuvo que padecer la crucifixión. Cada golpe que hacía penetrar los clavos en sus manos y en sus pies debió haberle ocasionado terribles dolores. ¡Qué espantosos debieron haber sido sus sufrimientos, cuando el peso de su cuerpo colgaba de esos clavos! Nuestro Salvador aguantó calladamente todo ese cruel maltrato. Así fue desfigurado su parecer: su rostro marcado por los golpes, el cuerpo sangrando a causa de los azotes, la cabeza lastimada por la corona de espinas, las manos y los pies heridos por los clavos. Este era el cuadro que veían los que pasaban cerca de la cruz. ¡Con cuanta exactitud se cumplió la profecía de Isaías acerca del doliente Mesías!