"Cierto día, un hombre llamado Jonás hijo de Amitai recibió un mensaje de parte de Dios: «¡Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive y diles que ya he visto lo malvados que son!» Pero en vez de ir a Nínive, Jonás decidió irse lo más lejos posible, a un lugar donde Dios no pudiera encontrarlo. Llegó al puerto de Jope y encontró un barco que estaba a punto de salir. Pagó su pasaje y se embarcó, contento de irse lo más lejos posible de Dios."
Jonás 1:1-3
Dios le dio a Jonás una simple orden: ve a Nínive y predica a los ninivitas…y Jonás hizo exactamente lo contrario. Huyó a Jope y buscó un barco que fuera a Tarsis. Para Jonás, esto no era una simple orden. Requería que fuera a una ciudad asiria y hablara sobre el amor de Dios.
Los asirios eran los enemigos de Israel y Jonás no quería dar a los ninivitas la oportunidad de arrepentirse. Prefería ver la ciudad y sus habitantes destruidos.
Jonás no comprendía la orden de Dios e intentaba imponer su propia voluntad. Él pensaba que sabía más que Dios.
¡Qué arrogante! Cuando tomó la decisión de huir a Tarsis, estaba, en realidad, huyendo de Dios.
Dice la Biblia: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.” (Salmos 139:7-10) Y se olvidó Jonás de que no hay ningún lugar en la tierra en el que la voluntad de Dios, Su amor y Su misericordia no nos puedan alcanzar.
¿Cuántas veces tenemos la actitud de pensar que podemos tomar o dejar la voluntad de Dios como nos plazca?
Cuando Dios da una orden, tenemos que obedecer, incluso cuando no la comprendemos o cuando pensamos que no es justo. Pensamos que podemos huir de la presencia de Dios. Pensamos que hay lugares en los que podemos huir de la voluntad de Dios.
El Espíritu Ssnto nos ayuda a anhelar hacer Su voluntad perfecta para nuestras vidas cada día, nos da el discernimiento para conocer y obedecer las órdenes que El Señor nos da y nos ayuda a recordar que no hay lugar en el que nos podamos esconder del Señor.
Bendiciones.