Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. (Mateo 6:14-15).
Con la finalidad de enseñar a sus alumnos la importancia del perdón, una maestra de la secundaria “Nueva Esperanza” les pidió que llevaran un saco y algunas papas. En clase la maestra les explicó que debían colocar en el saco una papa por cada persona a quien le guardaban rencor, y así llevarla consigo durante varias semanas. Como era de esperase las papas se fueron desintegrando en el saco sumando a un desagradable olor a la molestia de llevar en todo momento el paquete que cada vez era más difícil de cargar
Todos tenemos papas pudriéndose a cuestas y a veces inconscientemente nos empeñamos en llevarlas siempre con nosotros. A través de esta ilustración es posible reflexionar sobre el peso espiritual que implica tener resentimiento o falta de perdón, estos sentimientos que a menudo guardamos, son capaces de destruirnos completamente, ya que la falta de perdón te ata a la otra persona. Perdonar no significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni mucho menos que lo olvides, significa dejar de darle importancia y que cuando lo recuerdes no te produzca sentimientos negativos. Es fácil pedir a Dios su perdón, pero cuán difícil resulta dárselo a otros, Efesios 4-32 nos dice “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Cuando a Dios pidas perdón pregúntate a ti mismo si has perdonado primero a quienes te han agraviado.
Dios te bendiga.