¿Recuerdas las historias de Popeye? Cuando era pequeño solía ver estos dibujos animados en la televisión. Seguramente recordarás cuál era el secreto de la fuerza de Popeye: las espinacas. Cada vez que tenía algún problema, sacaba una lata de espinacas, se las comía rápidamente, y sus brazos obtenían instantáneamente toda la fuerza que necesitaban. Nada ni nadie podía pararle.
Nuestra fe se alimenta de la Palabra de Dios.
Las palabras que leemos o escuchamos de la Biblia son como esas espinacas: nos dan
instantáneamente la fuerza que necesitamos. Pero para eso, necesitamos primero
sacarlas de su “lata”.
El Apóstol Pablo dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios” (Romanos
10:17).
No es cuestión solo de leer la Biblia: es cuestión de escuchar a Dios
hablándonos a través de ella. Cuando escuchamos a Dios hablarnos personalmente
a través de las Escrituras, es cuando podemos absorber toda la verdad que
contienen. En ese momento, nuestra fe se alimenta, se fortalece.
Cuando
escuchas la voz de Dios, tu fe se vuelve imparable.
Te animo a que hoy dediques unos minutos a
escuchar la voz de Dios a través de Su Palabra. Tu fe lo necesita.
Dios está contigo en este día. Él está orgulloso
de ti.