Te has hecho análisis de sangre recientemente? La sangre es la sustancia más valiosa que tenemos en nuestro cuerpo y es por ello que la protegemos al máximo.
En mi caso, dar sangre es algo realmente difícil.
Recuerdo una vez, hace ya muchos años, que fui a hacerme unos análisis de
sangre. Me remangué el brazo y me preparé, mientras la enfermera me daba el
pinchazo. Tras unos segundos, le escuché decir: “¡Qué raro, no sale
sangre!”. La siguiente cosa que recuerdo es despertar en una
camilla, pálido y con los pies hacia arriba, y a dos enfermeras alrededor de mí
preguntándome: “¿Te
encuentras mejor?”. Me había medio desmayado a causa de la
impresión. Qué vergüenza.
Sí, dar sangre no es algo que hagamos a la ligera.
Solamente en momentos específicos nos planteamos entregar un poquito de nuestra
sangre, y solo si hay una muy buena razón para ello, como cuando nos hacemos
análisis o la damos para que otras personas puedan vivir.
La Biblia dice que “la vida del cuerpo
está en la sangre” (Levítico
17:11, NTV). Cuando damos de nuestra sangre a alguien que lo
necesita, estamos de alguna manera compartiendo con él o con ella un poco de
nuestra vida, para que se pueda recuperar.
Sabes que eso es exactamente lo que hizo Jesús? Él
sabía que estabas muriendo y que necesitabas nueva vida. Y es por ello que no
dudó en dar Su sangre y Su vida por ti en la cruz.
Sí, Dios entregó Su vida para que tú pudieses
recuperar la tuya. Eres tan valioso para Él, que dio lo más
valioso que tenía por ti. ¿No conmueve eso tu corazón?
Eres el objeto de Su amor hoy.