domingo, mayo 04, 2008

Pon tu mirada en lo eterno

2 Corintios 4:18: “Porque no nos fijamos en lo que se ve (lo visible), sino en lo que no se ve (lo invisible), ya que las cosas que se ven son temporales (pasajeras), pero las que no se ven son eternas”.

No centres tu atención en lo que puedes ver en la esfera del mundo físico y natural. Todo lo que ves es temporal, pasajero y está sujeto a cambio. Por lo tanto, pon tu fe en el Reino invisible y eterno. Las cosas que son eternas nunca están sujetas a cambio. La Palabra de Dios es eterna. En ella hay miles de promesas que tratan con cualquier situación que puedas enfrentar en la vida. Y esas promesas nunca pero nunca cambiarán no importa lo que suceda en este mundo que está en constante cambio. No importa lo mal que tu cuerpo se sienta, la Palabra de Dios siempre dirá: "por cuya herida fuisteis sanados" (1 Pedro 2:24). No importa lo mal que estés económicamente, la Palabra de Dios siempre dirá: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Filipenses 4:19). No importa lo que sientas o ves, la Palabra de Dios siempre dirá: “Decid a los justos que les irá bien, porque el fruto de sus obras comerán” (Isaías 3:10). No importa que el mundo esté en crisis, la Palabra de Dios siempre dirá: "Porque yo sé los planes que tengo para vosotros --declara el Señor-- planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11). Aunque se levanten enemigos contra ti, la Palabra de Dios siempre dirá: “Ningún arma que hayan forjado contra ti resultará, y harás callar a cualquiera que te acuse. Este es el premio para los siervos de Jehová y la victoria que les garantizo, dice Jehová” (Isaías 54:17). Tú no tienes que resignarte a la existencia precaria que el mundo te ofrece. Echa mano de lo que la Palabra de Dios dice que tú puedes tener. Centra tu atención en las verdades eternas de Dios, no en las cosas que se ven, porque, después de todo, esas cosas están sujetas a cambio. “Padre celestial, en este día te doy mil y mil gracias por ser Tu hijo, porque tengo la seguridad de que lo que estoy viviendo es temporal y está sujeto a cambio. Por eso me agarro de Tu Palabra que es eterna y segura. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.