autoridades y potestades.
1 Pedro 3:22.
Cierto día caminaba por una de las más frecuentadas calles de mi ciudad cuando vi ante mí una gran escalera apoyada contra un muro. Noté que por lo menos una de cada dos personas vacilaba en el momento de pasar bajo la escalera. Se detenía algo incómoda, y luego, con aire decidido, bajaba del andén para rodear el maléfico instrumento. De repente recordé el temor supersticioso ligado al hecho de pasar debajo de una escalera… La mayoría de los seres humanos no son libres. Tienen temores, sean lógicos o no. A pesar de los adelantos de la ciencia y de sus proezas técnicas, llama la atención ver cómo aun personas muy cultas tienen tendencias supersticiosas. El ser humano tiene en sí ese miedo intrínseco, miedo del porvenir, de la enfermedad, del duelo, de la muerte, de lo desconocido, de poderes ocultos… Incluso los creyentes pueden ser presa del temor, temor al otro, temor a no cumplir con su responsabilidad… El temor paraliza y aplasta. Es como el moho, que se desarrolla más fácilmente en la oscuridad. Por eso lo esencial es colocar nuestros temores a la luz de la victoria de Cristo y examinarlos bajo su claridad. Porque el que murió es el Vencedor; resucitó y fue exaltado hasta lo sumo en la gloria de las alturas. Nada escapa a su poder. Está muy cerca de nosotros y nos dice: No temas, como lo dijo tantas veces a sus discípulos mientras estaba con ellos en la tierra. Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo dijo Jesús (Mateo 28:20).