“Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón.”
Oseas 2:14.
Un desierto en el ámbito espiritual son aquellas etapas de nuestra vida en las que producto de algún escenario inesperado somos golpeados por situaciones perturbadoras, en las que nuestra fe es probada y tal vez dejemos de orar, de leer la Palabra de Dios y agobiados por el desánimo perdemos el anhelo ferviente por lo espiritual. ¿Te has sentido alguna vez así? Seguramente si, pues en algún momento de nuestra vida hemos experimentado esos instantes en donde por alguna razón nos sentimos abandonados, en donde después de mucho tiempo nos encontramos terriblemente desesperados.
Los desiertos son silenciosos, son esa clase de episodios que quisiéramos pasar por alto, de esos momentos que no quisiéramos que existieran, porque simplemente nos desesperamos al no ver ni oír nada, y por más que caminamos seguimos sin percibir vida, ni sonido alguno. Es el silencio lo que Dios muchas veces permite en nuestras vidas por alguna razón específica y aunque muchos de nosotros quisiéramos escuchar que es lo que Él tiene que decirnos en esos momentos, a veces hablamos tanto que se nos es difícil escucharlo.
Al mirar la historia del Pueblo de Israel vemos que en el pasado Dios llevó a su pueblo bajo el mandato de Josué a la tierra prometida, pero no sin antes atravesar un desierto. Y es que no se puede llegar a la tierra de bendición si primero no aprendemos las lecciones en la tierra del desierto. Dios mantuvo a su pueblo por un tiempo determinado en el desierto para darles algunas lecciones espirituales a ellos y a las generaciones siguientes y así permitirles entrar en la tierra prometida. Su duro corazón convirtió un viaje de sólo 40 días en un camino que se extendió por 40 años, tal como se especifica en Números 14:34 “Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.”
Como creyentes fieles y entendidos debemos interpretar el tiempo de desierto como una etapa determinada por Dios para prepararnos para la buena tierra que nos ha prometido.
Dios te Bendiga.
Oseas 2:14.
Un desierto en el ámbito espiritual son aquellas etapas de nuestra vida en las que producto de algún escenario inesperado somos golpeados por situaciones perturbadoras, en las que nuestra fe es probada y tal vez dejemos de orar, de leer la Palabra de Dios y agobiados por el desánimo perdemos el anhelo ferviente por lo espiritual. ¿Te has sentido alguna vez así? Seguramente si, pues en algún momento de nuestra vida hemos experimentado esos instantes en donde por alguna razón nos sentimos abandonados, en donde después de mucho tiempo nos encontramos terriblemente desesperados.
Los desiertos son silenciosos, son esa clase de episodios que quisiéramos pasar por alto, de esos momentos que no quisiéramos que existieran, porque simplemente nos desesperamos al no ver ni oír nada, y por más que caminamos seguimos sin percibir vida, ni sonido alguno. Es el silencio lo que Dios muchas veces permite en nuestras vidas por alguna razón específica y aunque muchos de nosotros quisiéramos escuchar que es lo que Él tiene que decirnos en esos momentos, a veces hablamos tanto que se nos es difícil escucharlo.
Al mirar la historia del Pueblo de Israel vemos que en el pasado Dios llevó a su pueblo bajo el mandato de Josué a la tierra prometida, pero no sin antes atravesar un desierto. Y es que no se puede llegar a la tierra de bendición si primero no aprendemos las lecciones en la tierra del desierto. Dios mantuvo a su pueblo por un tiempo determinado en el desierto para darles algunas lecciones espirituales a ellos y a las generaciones siguientes y así permitirles entrar en la tierra prometida. Su duro corazón convirtió un viaje de sólo 40 días en un camino que se extendió por 40 años, tal como se especifica en Números 14:34 “Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.”
Como creyentes fieles y entendidos debemos interpretar el tiempo de desierto como una etapa determinada por Dios para prepararnos para la buena tierra que nos ha prometido.
Dios te Bendiga.