“En paz me acostaré y así también dormiré, Porque solo Tú, Señor, me haces vivir seguro” (Salmos 4:8)
Los cristianos creemos que Dios es soberano y tiene todas las cosas bajo su control. Para la mayoría de nosotros es fácil cantar u orar: “Te rindo mi vida; te rindo mis planes; confío en ti, Señor”. Lo difícil es vivirlo.
Lo bueno es que tenemos un recordatorio diario de que Dios no nos necesita trabajando 24/7 para que el universo siga funcionando.
Dios nos hizo criaturas que requieren estar inconscientes durante un tercio de sus vidas para funcionar de forma adecuada. Dios nos creó para que la actividad que necesitáramos hacer con mayor frecuencia sea rendirnos y quedar completamente vulnerables.
Esta es una verdad poderosa. A nadie le gusta rendirse. A nadie le gusta soltar el control sobre su familia, negocio o todo lo demás. Queremos estar ahí. Queremos atender las necesidades. Queremos estar pendientes de que todo marche bien. Pero es literalmente imposible para nosotros estar ahí todo el tiempo. Incluso cuando algún proyecto demandante o la enfermedad de alguno de nuestros hijos nos obliga a permanecer despiertos más de la cuenta, nuestro cuerpo no tarda en pasarnos factura. Nos guste o no, tenemos que rendirnos y dormir.
Podemos hacerlo de mala manera. Podemos renegar y ver el sueño como un mal necesario. Podemos resistirnos hasta ya no poder más y colapsar.
La otra opción es hacerlo de buena manera, con los ojos puestos en Dios. Confiamos en Él, así que podemos reposar. Nuestras familias, negocios y todo lo demás están en sus manos poderosas mientras nosotros descansamos y disfrutamos del descanso.
El sueño no es algo innovador, no es una idea humana, es un mandato divino. La Palabra nos dice que “ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).
Dios te bendiga.