“¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos?” (1 Corintios 6:19)
Dormir es una necesidad básica para los seres humanos, como la alimentación y la hidratación. Como el aire que respiramos. Aunque la ciencia del sueño está en su infancia y hay muchas preguntas por resolver, una cosa es clara: el sueño es críticamente importante para el funcionamiento del organismo. Mientras dormimos, el sistema inmune y el tejido cerebral son restaurados. Durante nuestras horas de descanso nocturno, las neuronas se reparan a sí mismas y nuestra memoria se consolida. El sueño también favorece el crecimiento adecuado de nuestro cuerpo, gracias a que la glándula pituitaria genera una hormona necesaria para el desarrollo muscular. Si nos privamos del descanso sufriremos las consecuencias.
Cuando nos resistimos a dormir, estamos violentando el cuerpo que Dios nos ha concedido. Estamos tomando un don del Señor y usándolo a nuestro antojo. Por otro lado, cuando hacemos lo mejor que podemos por dormir las horas que debemos dormir (entre 7.5 y 9 horas para la mayoría de los adultos), estamos cooperando con la restauración física de nuestro organismo. Estamos abrazando nuestras limitaciones y declarando que el diseño de Dios es necesario para nuestro bienestar. Él es quien nos hizo para seguir patrones de trabajo y reposo. Atender a estos ritmos de la mejor manera que podamos, buscando siempre ser obedientes, es glorificarle.
Dios te bendiga.