“Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo” (Colosenses 3:23)
Si no duermes bien, no trabajarás bien. Si descansas a medias, trabajarás a medias. No podrás cumplir con excelencia las buenas obras que Dios tiene preparadas para ti (Efesios 2:10).
¿Quién no ha experimentado los efectos debilitantes de la falta de sueño? ¿La incapacidad para concentrarse, la memoria defectuosa y los reflejos en cámara lenta? Sin mencionar la inestabilidad emocional y la irritabilidad. Dormir de manera inadecuada no solo nos afecta de manera personal, alimentando nuestra falta de confianza en Dios y deteriorando nuestra condición física. Dormir de manera inadecuada también afecta a todos los que nos rodean.
Sabemos que dormir bien es crucial para funcionar bien. Lo que se nos olvida es que, para los cristianos, cada día es un día clave en la misión de hacer discípulos que Jesús nos ha encomendado. Para los cristianos, cada labor cotidiana es una labor importante que debe ser hecha como para el Señor, sin importar lo insignificante que le parezca al resto del mundo. Las buenas noches de sueño no son un lujo que nos damos cuando “hay tiempo”. Las buenas noches de sueño son una de las maneras en las que buscamos equiparnos para hacer mejor aquello que Dios nos ha llamado a hacer.
Por supuesto, habrá momentos en que, por amor a Dios y a nuestro prójimo, entregaremos nuestros cuerpos al servicio de las personas y nos veremos en la necesidad de dormir menos de lo recomendado. Sin embargo, las verdades bíblicas que hemos visto hasta ahora nos indican que esto no debe ser algo permanente. Nuestras limitaciones físicas simplemente no lo permiten. Llega un momento en el que intentar servir sin cuidar de los cuerpos que el Señor nos ha dado resulta perjudicial incluso para las personas a quienes buscamos servir.
Si estamos en una posición de servicio a otros que es particularmente demandante —padres, médicos y enfermeros, policías y bomberos, por ejemplo— es útil mirar el descanso adecuado como parte de ese servicio, no como algo que nos impide servir. Es cierto, quizá no podamos dormir tanto como quisiéramos, en las horas que quisiéramos o sin las interrupciones que quisiéramos; puede que tengamos que dejar pasar algunos eventos sociales u otros; tal vez será necesario pasar menos tiempo en redes sociales o en la televisión. Pero el ser obedientes y útiles lo vale.
Dios nos hizo criaturas que requieren pasar un tercio de sus vidas inconscientes y vulnerables. Esto es algo bueno. Recordemos que “Dios concede el sueño a sus amados” (Salmos 127:2)… ¡podemos disfrutarlo para Su gloria!
Dios te bendiga.