Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano. Salmos 37:24
A menudo deseamos poder escapar de los problemas, el dolor, la tristeza y el fracaso, siendo este último el que muchas veces nos impide avanzar, sin embargo, como dice el dicho “no por miedo a errar o fracasar, vas a dejar de intentar”. El fracaso nos enseña y ayuda a ser más sabios y más fuertes. Aun cuando no cabe duda de que la experiencia de fallar es desmoralizante, incómoda y algo por lo que nadie quiere pasar, visto desde una manera determinada trae consigo beneficios indiscutibles. Hay tantas cosas que aprender cuando fallamos que, si nos diéramos el tiempo de analizarlas, conseguiríamos entender lo que ha producido el fallo y así no cometer los mismos errores. En Proverbios 24:16 se aprecia lo siguiente “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; Mas los impíos caerán en el mal.” Dios es el único que puede revertir el espiral del fracaso de tu vida. Él puede tomar todas tus caídas y convertirlas en victorias gloriosas. Mientras que para algunos el fracaso es el final del camino y se sienten menos capaces y con menos recursos manteniéndose inmóviles, para otros es algo soportable y hasta llegan a considerar que solo así estarán preparados para mayores desafíos en la vida. Para estos, en la Palabra de Dios encontramos una afirmación grandiosa, la cual se lee en Miqueas 7:8 “Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz.”. El problema de cuando perdemos es etiquetarlo de un modo negativo, cuando en realidad nos deja importantes observaciones o lecciones que merecen la pena ser aprendidas. En este sentido puede afirmarse que un verdadero “fracasado” es alguien que se muestra perezoso a la hora de volver a intentarlo y que pretende que las cosas de este mundo funcionen a su manera, sin embargo, tú, con la ayuda de Dios, ahora puedes levantarte con un nuevo aprendizaje adquirido y volver a empezar.
Dios te Bendiga.