Hebreos 3:1
“Por lo tanto, hermanos, ustedes que han sido santificados y que tienen parte en el mismo llamamiento celestial, consideren a Jesús, Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que profesamos”.
Hoy día muy pocos creyentes entienden el misterio del apostolado y sacerdocio de Jesucristo. Pensamos que un apóstol es alguna clase de supersanto. Pero "apóstol" en realidad significa "enviado". Por tanto, Jesús ha sido enviado por Dios para hacer algo por nosotros. Él ha sido enviado para servir como nuestro Sumo Sacerdote. De nuevo, muchos creyentes no tienen la menor idea de lo que un sumo sacerdote hace. Ellos se imaginan a una persona que camina en ropas extrañas cumpliendo con rituales religiosos. En realidad, un sumo sacerdote es mucho más que eso: es el que está autorizado para administrar, poner en marcha, llevar a cabo y ejecutar lo que se le ha encomendado. Quizás te preguntes: "¿Qué está Jesús autorizado para administrar, ejecutar o llevar a cabo en nombre de nosotros?" Hebreos 3:1 dice que Jesús es el Sumo Sacerdote de nuestra confesión. Él ha sido enviado a poner en vigor, a ejecutar y a llevar a cabo las palabras que usted diga. Pero es muy posible que en lugar de palabras de fe, tú hayas estado expresando cómo te sientes. Por ejemplo, si solo hablas de enfermedad, ¿Qué podrá hacer el Señor con eso? El no es Sumo Sacerdote de la enfermedad, y no podrá hacer cumplir esas palabras. Si le dijeras: "Estoy débil, estoy cansado", Él no podrá hacer nada con eso. La Biblia dice que el débil diga, "¡fuerte soy!". En el momento que dices esas palabras, Jesús podrá administrarte FORTALEZA. Jesús no va a darte enfermedad, debilidad, escasez económica o pecado; Él derrotó todo eso por nosotros. Él es el Sumo Sacerdote de redención, de justicia y de liberación. Tenlo presente para cuando te acerques a Jesús, para que no hables palabras de derrota, sino palabras de victoria que Él pueda hacer cumplir. Eso es lo que Dios te ha comisionado a Jesucristo para que cumpla en ti.
“Padre celestial, te doy gracias por haber hecho provisión para mi vida a través de Jesucristo. Hoy reconozco a Jesús como mi Abogado y Sumo Sacerdote. A través de Su ministerio recibo todas las bendiciones provistas ya para mí. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.
“Por lo tanto, hermanos, ustedes que han sido santificados y que tienen parte en el mismo llamamiento celestial, consideren a Jesús, Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que profesamos”.
Hoy día muy pocos creyentes entienden el misterio del apostolado y sacerdocio de Jesucristo. Pensamos que un apóstol es alguna clase de supersanto. Pero "apóstol" en realidad significa "enviado". Por tanto, Jesús ha sido enviado por Dios para hacer algo por nosotros. Él ha sido enviado para servir como nuestro Sumo Sacerdote. De nuevo, muchos creyentes no tienen la menor idea de lo que un sumo sacerdote hace. Ellos se imaginan a una persona que camina en ropas extrañas cumpliendo con rituales religiosos. En realidad, un sumo sacerdote es mucho más que eso: es el que está autorizado para administrar, poner en marcha, llevar a cabo y ejecutar lo que se le ha encomendado. Quizás te preguntes: "¿Qué está Jesús autorizado para administrar, ejecutar o llevar a cabo en nombre de nosotros?" Hebreos 3:1 dice que Jesús es el Sumo Sacerdote de nuestra confesión. Él ha sido enviado a poner en vigor, a ejecutar y a llevar a cabo las palabras que usted diga. Pero es muy posible que en lugar de palabras de fe, tú hayas estado expresando cómo te sientes. Por ejemplo, si solo hablas de enfermedad, ¿Qué podrá hacer el Señor con eso? El no es Sumo Sacerdote de la enfermedad, y no podrá hacer cumplir esas palabras. Si le dijeras: "Estoy débil, estoy cansado", Él no podrá hacer nada con eso. La Biblia dice que el débil diga, "¡fuerte soy!". En el momento que dices esas palabras, Jesús podrá administrarte FORTALEZA. Jesús no va a darte enfermedad, debilidad, escasez económica o pecado; Él derrotó todo eso por nosotros. Él es el Sumo Sacerdote de redención, de justicia y de liberación. Tenlo presente para cuando te acerques a Jesús, para que no hables palabras de derrota, sino palabras de victoria que Él pueda hacer cumplir. Eso es lo que Dios te ha comisionado a Jesucristo para que cumpla en ti.
“Padre celestial, te doy gracias por haber hecho provisión para mi vida a través de Jesucristo. Hoy reconozco a Jesús como mi Abogado y Sumo Sacerdote. A través de Su ministerio recibo todas las bendiciones provistas ya para mí. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.