“Y Les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.”
13:3-4.
La siembra de semillas ha sido desde la antigüedad una práctica común en todas partes, aunque al principio no se contaba con la tecnología y los recursos que se tienen hoy día, sino que se escarbaba la tierra con un arado tosco, otras veces ni siquiera llegaban a tanto, para qué después el sembrador saliera a echar las semillas sobre la tierra.
Desde un punto de vista espiritual el suelo o terreno es el corazón humano, y según lo que dijo Jesús en Mateo 13:18-23 los cuatro tipos de terreno representan las diferentes respuestas que podemos obtener al anunciar el mensaje de Dios. Algunas personas están endurecidas, otras son superficiales, otras tienen demasiadas preocupaciones que los distraen y algunos son receptivos.
Te has preguntado alguna vez ¿Qué tipo de terreno eres? El primer tipo de suelo que explico Jesús fue los de “junto al camino” o lo que es que igual a lanzar una semilla en el pavimento, en Mateo 13:19 Él mismo lo explica detalladamente: “Cuando alguno oye la palabra y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.” Este tipo de personas tienen el corazón
endurecido, tanto así que la palabra no haya lugar en ellos. De la misma manera que muchas veces vemos como las aves bajan a comer las semillas que se encuentran en la superficie del pavimento o de las plazas, de esa manera el maligno arrebata la palabra que fue sembrada en ellos.
Estas personas son en cierta forma insensibles a la Palabra de Dios, por rechazarla tantas veces sus corazones han quedado endurecidos, y sus conciencias son bloqueadas por causa del pecado. Lamentablemente creen que no necesitan nada, se sienten autosuficientes y se muestran indiferentes a la predicación de la Palabra porque les parece inútil. En todos estos casos, satanás no tiene ninguna dificultad en quitar la semilla que ha sido sembrada.
Si tras examinarte a ti mismo hoy te identificas con este tipo de terreno es momento que reconozcas que necesitas volver tu rostro al Señor para que la semilla que un día se sembró en ti de buen fruto. Por tanto hoy Dios te dice: “…No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.” (Salmos 95:8)
Dios te bendiga.