“Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.”
Mateo 13:3.
El Reino de Dios comienza con la predicación de la Palabra, un ejemplo de ello es que una autentica vida cristiana empieza cuando a través de una sencilla oración o diálogo con Jesús le invitamos a que entre en nuestra vida y sea nuestro Señor y Salvador, pero antes de expresar la oración, en la mayoría de los casos, alguien nos mencionó compartió uno o más versículos de la Palabra de Dios.
En la parábola del sembrador la Palabra de Dios es representada por la semilla, esta tiene vida en sí misma y donde se le da la oportunidad, demostrará su poder viviente en la producción de fruto.
Conocer las Escrituras hace que nuestra fe crezca, tal como lo señala Romanos 10:18 “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” aun cuando podamos pedirle a Dios fe a través de la oración, solo la obtendremos en la medida que invirtamos tiempo en el conocimiento de Dios y de su Palabra.
También es efectiva para convencernos de pecado, como se lee en Hebreos 4:12 “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”
Nos ayuda a mantenernos alejados del pecado., tal como lo dijo el Salmista en Salmo 119: 9, “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.” Porque nos da una norma por la cual podemos guiar nuestra vida y en 2 Timoteo 3:16-17 define su utilidad, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
El sembrador es el mismo Señor, aunque es legítimo decir también que cualquier pastor, misionero, evangelista o creyente que predique y comparta fielmente la Palabra de Dios, es también un sembrador, por tanto, saber esto debe animarnos a los "sembradores espirituales” a compartir, enseñar, predicar y servir de guía de otros.
Aun cuando de 11s misma forma que el agricultor siembra buena semilla, pero no todas le brindan un rendimiento óptimo, algunas simplemente no germinan, porque no todas las plantas que crecen ofrecen el mismo resultado. No te sientas desalentado, si tienes la impresión de que nadie te escucha a pesar de predicar con fidelidad la Palabra. La fe no se puede forzar a traer resultados conforme a una fórmula matemática, sino espera el milagro del Espíritu Santo que puede usar nuestras palabras para que otros se acerquen a Él.
Dios te bendiga.