sábado, febrero 09, 2008

Bienaventurados los que creen sin ver


Juan 20:29:
“Jesús le dijo: ¿Porque Me has visto has creído? Bienaventurados los que no vieron, y sin embargo creyeron"
¿Crees que tú eres un bienaventurado? Medita esto y lo descubrirás. La Biblia nos enseña que tenemos que creer para ver. Bienaventurados los que creen sin ver. Hay gente que dice:
“voy a ir al servicio para ver qué pasa”. Ese tipo de gente necesita ver para después creer. Pero tú tienes que creer primero para luego poder ver. Es bueno que sepas que te fue dada una medida de fe y que la tienes que usar para creer, no para apagarla con los miedos, la duda, la desconfianza. Úsala para creer. Es preferible que le creas a Dios porque él no te va a fallar. Dios es tu Padre, es fiel y te ha dejado promesas. Y Sus promesas son sí y son amén. La creencia se manifiesta en lo que estás confesando. Si algo te duele, no lo declares, confiesa la Palabra ya qué por Su llaga ya fuiste sanado y Cristo se llevó todas tus dolencias y enfermedades. Por eso decreta que estás sano, fuerte, bendecido. Esa es la verdad. Hoy tienes que creer que este año es un año de grandeza para tu vida. Y si tomas la Palabra de Dios y la decretas, estarás tomando terreno que el enemigo todavía tiene en sus manos. Tú eres un hijo bendecido del Padre, un heredero y caminarás en bendición ¡Aleluya! Pero tienes que creerlo ahora que no lo ves, para luego poder verlo. Algunas personas dicen que creen pero sus confesiones y acciones no revelan lo mismo, lo que en realidad revelan es que están esperando verlo primero para después creer. No caigas en esto y recuerda que “bienaventurados son los que creen sin ver”. Tú eres bienaventurado desde el momento que creíste en Cristo Jesús a pesar de nunca haberlo visto. Lo aceptaste como tu Señor y Salvador y no lo conocías todavía. Ahora lo conoces por la Palabra. Y de la misma manera por creerle a la Palabra tienes que vivir un año mejor que los que ya pasaron. El 2008 es un año de nuevos comienzos, de cosas nuevas. Créalo y comienza a decretarlo. El oído de Dios está atento a tu voz siempre. Recuérdalo. “Padre celestial, hoy creo a tu Palabra y sé que me esperan cosas extraordinarias para este nuevo año. Lo creo y sé que lo viviré. Soy un bienaventurado. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.

Profetiza sobre tu vida



Números 14:28:
“Diles: Vivo Yo, declara el Señor, que tal como han hablado a mis oídos, así haré Yo con ustedes”.
Es claro por la Palabra que Dios tiene Su oído atento a todos los hombres. Él nos oye todo el tiempo porque es omnipresente, omnisciente, omnipotente. O sea, que Él puede estar escuchándolo a usted y a mí al mismo tiempo. Hoy quiero que veas cuál es la diferencia de lo que confiesas. Lee nuevamente el versículo antes citado. Dice que Dios va a hacer según lo que nosotros hablemos o confesemos. Entonces te preguntarás ¿Si hablo temor puedo terminar mal? Sí, si no cambias tu confesión a tiempo. ¿Recuerdas a Job? Job 3:25 dice: “Lo que más temía, me sobrevino; lo que más me asustaba, me sucedió”. Job fue profeta de su propia vida. Confesó de lo que temía y eso le sucedió. Lo que hablas a Dios es lo que vas a experimentar. ¿Recuerda los dos espías de Números 14? Ellos creyeron a Dios y llegaron a la tierra prometida (versículo 30). Llegaron porque creyeron y hablaron lo que Dios les había dicho. El apóstol Pablo también practicaba esto y lo declara en 2 Corintios 4:13 “… conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé…”. Cuando crees y confiesas, recibes el poder y potestad de ser llamado hijo de Dios y pasas a ser heredero y coheredero junto con Cristo. Entonces lo de Él también es tuyo. Créelo y confiésalo hoy. Ahora te pregunto ¿Tienes ganas de morirte? Me imagino que no. Entonces comienza a hablar, a confesar bien de tu vida. Isaías 3:10 habla de ti. Dice: “Decid al justo que le irá bien, y gozará del fruto de sus acciones”. ¿Lo crees? Comienza a confesarlo hoy mismo. La mayoría de la gente quiere ver para creer, pero bienaventurados los que no vieron y creyeron. Tú eres un bienaventurado porque creíste sin ver y si sigues creyendo a la Palabra de Dios vas a ver cosas gloriosas manifestarse en tu vida. Recuerda que todo lo que hables llega al oído de Dios. Comienza hoy a profetizar lo que quieres ver. Dícelo a Dios y Él lo hará. “Padre celestial, creo hoy que Tú me escuchas y me determino a hablar siempre lo que quiero vivir, que es todo aquello que dice tu Palabra. Todo aquello que Tú me dejaste como herencia. La tomaré. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.

domingo, febrero 03, 2008

La llave de la doble bendición



Lucas 17:15-19:
“Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta voz. Cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, y Le dio gracias; y éste era Samaritano. Jesús le preguntó: ¿No fueron diez los que quedaron limpios? Y los otros nueve, ¿dónde están? ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? Entonces le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha sanado".
Estos diez leprosos acudieron al encuentro de Jesús clamando por misericordia, clamando por su sanidad. Todos le reconocieron como maestro y obedecieron a la palabra que les dio de ir a mostrarse a los sacerdotes. Pero al recibir el milagro sólo uno de los diez volvió a agradecer, sólo uno reconoció la fuente de su sanidad y la estimó. Nueve corrieron con su milagro olvidando al autor del mismo, sólo uno lo honró al volver a agradecerle. Cuántas personas pasan por la Iglesia en su peor momento, en su momento de necesidad y cuando tienen lo que esperaban se van no dándose cuenta que se separaron de la fuente y que separados de Él nada perdura. Se van sin darse cuenta que lo mejor que les podría haber pasado en la vida es haberlo conocido a Él. Sabes, la Palabra de Dios dice en Hebreos 11:6 que Él recompensa a los que le buscan. Él tiene doble recompensa para ti. La llave: ser agradecido. Nueve de los leprosos se fueron con su sanidad. Uno recibió doble bendición: sanidad por misericordia y salvación por agradecimiento. Cuando agradeces estás declarando quién fue el autor de tan grande bendición, cuando agradeces honra al autor de la vida. Piensa cuántas veces pediste por tu sanidad. Cuántas veces pediste por restauración familiar, por prosperidad. Y ahora analiza ¿Has sido agradecido con tu Padre por lo que ya tienes o has saturado tus oídos reclamando y reclamando lo que quieres? Disfruta lo que Dios ya te ha dado y agradécele por anticipado las cosas porque todo te lo ha dado en Jesús. Eso es fe y eso agrada a Dios ¡Aleluya! “Padre celestial, Gracias por mi familia, gracias por todo lo que has hecho en mi vida y por lo que harás. Gracias porque en Jesús me diste salvación, libertad, sanidad, prosperidad y un propósito para vivir. Te amo. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.

Perpetuando la bendición



Deuteronomio 6:5-7:
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y
con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos.
Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes”.
Todos queremos tener un hogar bendecido. Todos queremos lo mejor para nuestros hijos. Todos queremos que a ellos les vaya mejor que a nosotros. Pero esto no es algo que sucede por casualidad. Esto sucede cuando seguimos el consejo de Dios y trabajamos cada día en ello. Dios debe ser el primero en nuestro hogar y nuestro amor hacia Él debe manifestarse en las actitudes que tenemos con nuestra familia. No podemos decir que amamos a Dios y despreciar y maltratar a nuestros seres queridos. Lo que recibimos de Dios lo debemos dar primeramente en nuestro hogar. Por eso la Palabra de Dios nos dice que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, con todo nuestro ser y eso transmitirlo. Transmite la bendición en todo momento. Toma tiempo con tu familia para hablar de la Palabra de Dios. Cuando tengas que tomar una decisión o darle un consejo a tus hijos, hazlo basado en lo que dice la Palabra de Dios. Tú perpetuarás las bendiciones por generaciones si así lo haces. Proverbios 22:6 dice que debes instruir a los niños en el camino de Dios para que cuando sean grandes no se aparten de él. Estos niños a su vez instruirán a sus propios hijos y así continuará la bendición. ¿Y cómo instruirlos? Con Palabras y con ejemplo. Vive lo que predicas. Ten apertura para que tus hijos se acerquen a ti, escúchalos y enséñales lo correcto. Si descuidas esta área por todo el trabajo que tienes y los afanes de la vida, el diablo se encargará de que haya alguien que los instruya pero en la dirección equivocada. Valora lo que Dios te ha dado y establece las prioridades correctas. ¡Tu casa será un canal para que fluya el río de las bendiciones de Dios por generaciones! “Padre celestial, en Tu inmenso amor me enseñas cómo vivir en tus bendiciones y cómo impartirlas a mi familia. Con Tu ayuda seremos luz y llevaremos esa luz a otras familias que están en necesidad. Gracias, En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.

sábado, febrero 02, 2008

Sabiduría de lo Alto



Santiago 1:5:
“Si a alguno de ustedes le falta sabiduría,
pídasela a Dios, y Él se la dará, pues Dios
da a todos generosamente sin menospreciar a nadie”.
Si tu vida ha llegado a una meseta y no sabes qué hacer. Si ves que no avanzas y todo es siempre lo mismo; no te conformes, no te rindas a vivir así. Hay algo más para alcanzar y debe determinarte a hacerlo. Hay mayores bendiciones para ti. Por eso, pídele al Espíritu Santo que te ilumine y te ayude. Es hora de que cierres un ciclo y entres en uno superior. Es importante que empieces buscando más profundamente la sabiduría de Dios para que tu mente, tus emociones, tu vida espiritual se pongan en orden y las cosas comiencen a funcionar. ¡Él te la dará en abundancia y sin reproche! Aprovéchala, no pierdas tiempo buscando soluciones en otros lugares. Escucha lo que Dios tiene para decirte. Retírate a tu lugar secreto, el lugar donde oras, y presenta tus problemas al Padre, no porque Él no sepa lo que te está pasando, sino porque eso demuestra que tu fe está puesta en Él como fuente de solución. Abre tu oído para escuchar lo que el Espíritu Santo tiene para decirte. Toma tiempo para leer la Palabra de Dios y sembrarla en tu corazón. No permitas que las preocupaciones la ahoguen. De esta manera, comenzarás a experimentar cómo el poder de Dios fluye a través de tu vida trayendo paz y orden en cada área, y mostrándote la solución a tu conflicto. Siempre permanece en una actitud de aprendizaje y humildad para que cuando el Espíritu Santo te muestre los cambios que tienes que hacer, hagas los ajustes necesarios. Toma la decisión de obedecer a lo que Dios te enseñe, sino esa sabiduría no redundará en ningún bien. Dios te ama y quiere ayudarte. Inclina hoy tu oído a la sabiduría que viene de tu Padre celestial. “Padre celestial, revélame hoy en tu inmensa sabiduría cómo salir de este nivel en que me encuentro hoy para entrar a ese mayor que Tú tienes preparado para mí. Necesito hacer cambios en mi vida y sé que tu Espíritu Santo me ayudarás. Gracias, En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.

Fe multiplicada



Romanos 12:3:
“Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada,
digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo
más de lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio,
según la medida de fe que Dios ha repartido (distribuido) a cada uno”.
Cada creyente ha recibido una medida de fe y es responsabilidad de cada uno hacerla crecer. La fe agrada a Dios, la fe mueve la mano de Dios, la fe trae provisión y hace que milagros sucedan. ¿Y qué es la fe? Una definición sencilla sería: Es la habilidad de creer en Dios y en Sus promesas. Pero la mejor definición es la que da la Biblia en Hebreos 11:1: “Ahora bien, la fe es la certeza (sustancia) de lo que se espera, la convicción (demostración) de lo que no se ve”. La Fe es un poder espiritual extraordinario que nos permite vivir y obtener lo que ya Él nos ha otorgado por medio de Jesús. Ese poder está en nosotros y debemos alimentarlo mediante el conocimiento de la Palabra y activarlo con la acción. Tú debes cuidar lo que oyes porque lo que oigas se te añadirá. Si escuchas reportes de temor todo el día, terminarás creyendo que el mal puede tocarte y actuando temerosamente. Ahora, si por el contrario, buscas lo que dice Dios acerca del temor (Isaías 54:14-15,17; Salmo 112:7) y dejas que esta palabra repercuta más fuerte en tu interior de lo que dice el entorno, entonces caminarás libre porque sabes que tu Padre celestial te está cuidando. No permitas el fracaso en tu vida. Busca en la Palabra la herencia de bendición que tienes: la herencia de salud, de prosperidad de armonía familiar y afirma tu corazón en estas verdades. Luego has crecer tu fe por medio de la acción. Recuerda lo que dijo Jesús:… “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería” (Lucas 17:6). Él comparó la fe con una semilla y la semilla para que se multiplique hay que sembrarla. Siembra palabras de fe sobre tu vida, tu familia, y camina confiado en esas promesas. Dios no cambia. Verás como cada día tu fe crece y levanta tu vida a un nivel de éxito y de victoria. El justo por la fe vivirá. “Padre celestial, me has dado ese poder espiritual tan grande que es la fe, la haré crecer creyendo a tu Palabra y actuando en ella. Sé que esto te agrada y que me ayudarás en cada paso. Gracias, en el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.

Cree que lo recibirás


Marcos 11:24:
“Por eso les digo que todas las cosas por las que oren y pidan,
crean que ya las han recibido, y les serán concedidas”.
Creer: Esa es la clave para todo en el Reino de Dios. Es la manera en que nos conectamos al poder del Dios Todopoderoso. La mayoría de nosotros sabemos eso, pero ¿Sabemos cómo ponerlo en práctica? En realidad es más fácil de lo que nos imaginamos. Es tan fácil como decir: "creo que lo recibiré". Algo sucede en tu espíritu cuando dices esas palabras. No entiendo cómo, pero es así. No entiendo cómo mi sistema digestivo sabe qué hacer cuando trago algo, pero lo hace. Todo lo que tengo que hacer es ingerir un poco de comida y empieza a trabajar. No tengo que forzarlo ni tengo que sentirlo, simplemente sucede. Esa es la manera en que está hecho el cuerpo. Tu FE se libera casi de la misma manera cuando te alimentas de las preciosas promesas de Dios y las "tragas" en tu espíritu y dices: "creo que lo recibiré". No tienes que forzarla ni tienes que sentirla, simplemente sucede. El espíritu nacido de nuevo está hecho de esa manera. Cuando decretas con tu boca: “creo que recibiré mi sanidad, o creo que mis necesidades económicas serán suplidas", y luego decretas los pasajes bíblicos que respaldan esas confesiones, la Fe se libera para traer el poder que satisface esas necesidades. Simplemente tienes que mantener el interruptor de la fe encendido. Y una manera de mantener encendido el interruptor de la fe es cuando decretas en voz alta las palabras "creo que lo recibiré". Lo decimos cuando oramos, lo decimos cuando alabamos a Dios, lo decimos cuando leemos la Palabra de Dios. Lo decimos especialmente cuando parece que no vamos a recibir nada. Cuando todo parece que va de mal en peor, lo decretamos aún en voz más alta: "creo que lo recibiré". ¿Quieres activar hoy tu fe? Entonces has de estas cuatro palabras las más importantes de tu vocabulario: "creo que lo recibiré". Decrétalas todos los días. Pronto descubrirás que dan resultado.“Padre celestial, gracias por el principio de fe que he aprendido hoy, a partir de este día activaré mi fe creyendo que todo lo recibiré. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.Bendiciones para todos.