miércoles, noviembre 21, 2007

La obra de Dios

Porque nosotros somos colaboradores
de Dios, y vosotros sois labranza
de Dios, edificio de Dios.
1-Corintios 3: 9
Respondió Jesús y les dijo:
Esta es la obra de Dios,
que creáis en el que Él ha enviado.
Juan 6: 29
No son personas extraordinarias las que hacen la obra de Dios, sino personas comunes que están comprometidas con Él. Muchos le dirán al Señor: "No tengo dones ni cualidades especiales; casi siempre fracaso en lo que hago; ¿cómo va a usar a alguien como yo?". El gran rey Salomón al saberse incapaz de poder gobernar a su pueblo le pidió al Señor que le diera sabiduría, y Dios se la concedió (2-Crónicas 1:7-12). El profeta Jeremías se excusaba delante de su Creador diciendo que él era muy niño para ser usado por Él, pero el Señor le dijo que no temiera y que se sometiera a Su voluntad (Jeremías 1:6-8). Y como todos sabemos, Dios escogió a una muchacha judía para ser la madre del cuerpo de Su Hijo Jesucristo, y a un carpintero para ser su padrastro. Esa es la forma en que Dios trabaja Su Obra. Como en tiempos pasados, el Señor sigue usando personas ordinarias como tú y como yo. Si trabajas como empleado en una oficina, Dios quiere que seas luz para los que viven en tinieblas. Si eres dueña de casa, puedes guiar a tus hijos a los pies de Jesucristo. Si vives a solas y con poco contacto con la gente, puedes orar por la salvación de almas. Si no sabes qué hacer, busca fervientemente la voluntad del Señor por medio de la oración. Si te preguntas, ¿Quiere Dios realmente usarme?, la respuesta va a ser obvia, "Por supuesto".

viernes, noviembre 16, 2007

El Señor se reune con los suyos

Donde están dos o tres congregados en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos.
Mateo 18:20.
El evangelio de Juan relata que el domingo de su resurrección, el Señor se presentó en Jerusalén en medio de sus discípulos, quienes se hallaban en el aposento alto, cuyas puertas estaban cerradas, y les dijo: Paz a vosotros (Juan 20:19-23). Luego, el Señor Jesús se reunió con sus discípulos en Galilea, provincia despreciada por los letrados y poderosos de la época. Así él, el Mesías rechazado, crucificado y resucitado, rompió con el sistema judío y pasó a ser el centro de la reunión de los creyentes. Los once discípulos acudieron a la cita y recibieron una nueva misión y al mismo tiempo la promesa del Señor: He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Hoy en día, el Señor sigue reuniendo a los suyos y para ello no necesita una religión basada en mandamientos, ritos y reglas. Su persona y su obra tienen un atractivo más que suficiente para cautivar y fomentar los afectos y pensamientos por las cosas celestiales. De ellos sólo espera que lo amen. Y ese amor se expresa individualmente a través de una vida que le sea verdaderamente entregada. Él es la fuente del amor entre los hermanos en Cristo, pero también es el motivo que los reúne con gozo alrededor suyo para escucharle, orarle, alabarle y adorarle.

Hijo eternal, de Dios imagen pura,
sublime amor del seno paternal;
Señor Jesús, el cielo a ti se postra.
¡Loor a tu nombre! nombre sin igual.

Dar un sentido a la vida

Que sean ricos en buenas obras,
dadivosos,
generosos;
atesorando para sí buen fundamento para lo por venir,
que echen mano de la vida eterna.
1 Timoteo 6:18-19.
En pleno centro de una ciudad de la Edad Media se había empezado una gran obra de construcción: se iba a edificar una catedral. Intrigado, un transeúnte que no estaba informado sobre la obra en cuestión hizo la misma pregunta a tres obreros, cada uno de los cuales estaba tallando una piedra: –¿Qué haces?, le preguntó al primero: –¡Lo que ves! Estoy tallando una piedra. A esta pregunta el segundo respondió: –Trabajo para alimentar a mi familia. Pero el tercero declaró orgullosamente: –Construyo una catedral. Por lo que me concierne, ¿cuál es el sentido de lo que hago? ¿Es mi vida una sucesión de días que encadeno uno tras otro en busca de satisfacciones materiales? ¿está mi perspectiva limitada a sustentar a mi familia, con la esperanza de evitarle graves problemas e insuperables dificultades? ¿O entra mi vida en el plan de Dios? Ninguno de nosotros es el producto de una ciega casualidad. El Dios que ordenó minuciosamente la creación, poniendo en relación unos seres con otros, tanto los astros como los átomos, tiene un plan para cada una de nuestras vidas. ¿Responde la suya al plan divino? Para saberlo, ante todo es necesario entrar en relación con Dios. Podemos hacerlo por medio de Jesucristo, quien nos mostrará el sentido de nuestra vida, pues él desea que se desarrolle según su plan divino.

En Cristo

En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre,
y vosotros en mí, y yo en vosotros.
Juan 14:20.

El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo… nos bendijo… en Cristo…
Nos escogió en él antes de la fundación del mundo.
Efesios 1:3-4.
Antes de dejar a sus discípulos, el Señor Jesús les anunció la inminente venida del Espíritu Santo. Éste, pues, inspiró a los autores de las epístolas a escribir lo que Jesús les había anunciado cuando ellos todavía no podían captar su sentido (Juan 16:12). Dios nos bendijo en Cristo, nos escogió en él. No sólo perdonó nuestros delitos y nos justificó, sino que también nos hizo aceptos en el Amado (Efesios 1:6). En Levítico 1 a 7, el sacrificio por el pecado tenía como finalidad el ser perdonado. El sacrificio de prosperidad o de paz conducía a la comunión con Dios. El israelita ofrecía el holocausto, sacrificio enteramente para Dios, no con el fin de ser perdonado, sino para ser acepto (Levítico 1:3, V.M.). Si alguno está en Cristo, es una nueva criatura (o creación)… todo se ha hecho nuevo. Y todas las cosas son de Dios (2 Corintios 5:17-18, V.M.) Ello conduce a la conclusión de Romanos 8:1: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. En Juan 15 el Señor mismo considera el lado práctico: El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto (Juan 15:5). También hay otra bendición para el creyente: al final de su vida, duerme en Cristo (1 Corintios 15:18).

El poder de la Palabra de Dios

Así será mi palabra que sale de mi boca;
no volverá a mí vacía,
sino que hará lo que yo quiero,
y será prosperada en aquello para que la envié.
Isaías 55:11.
La Palabra de Dios es la imperecedera simiente que germina en el corazón y da fruto para Dios bajo el efecto del Espíritu Santo. A veces tarda mucho en brotar, pero justamente en esto muestra que su poder no mengua. Una joven indecisa en cuanto a su fe se hallaba frente a la ventana cuando se desató una tormenta. Un poderoso rayo iluminó el paisaje. Entonces ella recordó el versículo: Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre (Mateo 24:27). Esto tocó su conciencia. Empezó a reflexionar y se entregó con fe al Señor. El siguiente ejemplo también muestra qué medios puede utilizar Dios: mientras un campesino daba de comer a su ganado, un buey le lamió el brazo, lo que le hizo pensar en el versículo 3 de Isaías 1: El buey conoce a su dueño… Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. Esto le produjo una intranquilidad que no cesó hasta que halló la paz por medio de la fe en Jesucristo. Otro hombre que se hallaba lejos de Dios llegó a la fe de la siguiente manera: Estaba cortando madera en el bosque. En el momento de levantar el hacha, el siguiente versículo habló a su conciencia: También el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego (Mateo 3:10). Estas palabras tocaron su corazón y lo llevaron a Cristo, su Salvador. ¿Qué versículo recuerda el lector?

martes, noviembre 06, 2007

El Dios creador

Soberano Señor,
tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra,
el mar y todo lo que en ellos hay.
Hechos 4:24.

Mirad a mí,
y sed salvos…
porque yo soy Dios,
y no hay más.
Isaías 45:22.
Sea que los científicos se inclinen sobre sus microscopios para examinar lo infinitamente pequeño, o miren por sus gigantescos telescopios para estudiar los astros, es lógico que siempre se asombren. Como quieren conocer el origen de esas maravillas no se cansan de buscar y formular hipótesis. Solamente la Palabra de Dios da la clave del misterio: Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmo 19:1). Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; el mundo y su plenitud, tú lo fundaste (Salmo 89:11). El Señor con sabiduría fundó la tierra; afirmó los cielos con inteligencia (Proverbios 3:19). ¿Por qué los hombres no quieren reconocer en la creación la obra del Creador? Algunos pretenden creer que el universo fue formado por una gigantesca explosión (el big bang) o por un proceso químico o biológico, o simplemente por casualidad. Así, al creer que se trata simplemente de una fuerza invisible y desconocida, no sienten ninguna responsabilidad. Pero Dios no acepta estos razonamientos de incrédulos y declara que los hombres no tienen excusa, porque no quieren reconocer lo que de Dios se conoce en la creación, es decir, su poder y su sabiduría divina (Romanos 1:19-20). Pero Dios también se manifiesta como el Dios Salvador, porque cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia (Tito 3:4-5).

Mirar hacia arriba

Lucas 12:48
e espera mucho de aquellos a los que mucho se les da, ya que su responsabilidad es mayor.
Cuando estaba en secundaria, me importaba mucho lo que mis amigos pensaran de mí. Durante esos años crecí más que el resto de mis compañeros. Ser tan alto me hacía sentir incómodo. Para mantener la atención lejos de mí y de mi altura inusual, me uní al grupo que se burlaba de otros niños. Ser uno de los chistosos de la clase ayudó a asegurarme de que los chistes se dirigieran hacia otros y no hacia mí. Yo hacía todo tipo de bromas que herían, y a veces dañaban a los otros. Una vez, antes de la clase de gimnasia, mis amigos y yo pusimos pomada para curar torceduras en los pantalones cortos de gimnasia de uno de los niños del equipo de baloncesto. No solamente lo humillamos, sino que también tuvo que ir a la enfermería. Pensé que iba a ser chistoso, pero nadie lo consideró así, y menos mi padre. Mis padres no siempre pensaban que mi comportamiento era chistoso. Me recordaban la Regla de Oro: tratar a otros como me gustaría que me trataran. Muchas veces me regañaban por la manera en que trataba a los demás. Lo que yo hacía era herir a otros niños y al mismo tiempo dañaba mi reputación como alguien a quien debería respetarse. Mis amigos me veían arriba porque yo era alto, pero ¿qué veían? Mis padres querían que yo fuera un líder y un buen ejemplo para los otros: un ser humano decente. Me enseñaron a proponerme metas y a ser el mejor en todo lo que hiciera. En las lecciones que me daba mi padre, me decía una vez y otra vez que fuera el líder que merecía ser: que fuera un hombre grande de corazón y acciones, así como mi cuerpo. Tenía que preguntarme si era o no importante ser el tipo de líder y persona que mi padre creía que yo era. Sabía en mi corazón que él tenía razón. Así que traté de seguir sus consejos lo mejor que pude. Cuando me concentré en ser el mejor en baloncesto y me volví el mejor en el juego, me hice el propósito de ser un buen ejemplo. A veces tengo que detenerme y pensar antes de actuar; ocasionalmente cometo errores: todos somos humanos. Pero continuó buscando oportunidades donde pueda hacer una diferencia y poner un buen ejemplo, como me lo aconsejó mi padre. Ahora se los dejó a ustedes. "Sé un líder, Shaq, no un seguidor. Ya que la gente tiene que mirarte hacia arriba, dales una buena razón para hacerlo". Shaquille O'Neal, Estrella Baloncesto NBA, www.renuevodeplenitud.net

Entregados

Tampoco presentéis (o entreguéis)
vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad,
sino presentaos (entregaos) vosotros mismos a Dios como (hechos)
vivos de entre los muertos.
Romanos 6:13.
Estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero Dios nos dio vida juntamente con Cristo (Efesios 2:1, 5, 13). Al estar vivos, resucitados con él, somos exhortados a poner a disposición del Señor lo que le pertenece: No sois vuestros porque habéis sido comprados por precio (1 Corintios 6:19-20). Romanos 12:1-2 sigue el mismo pensamiento: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. Nosotros, conscientes del amor divino que tanto ha hecho por nosotros y del cual nada puede separarnos (8:38-39), somos llamados a presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo. No a ofrecernos a Dios para atraer su gracia u obtener méritos, sino porque él nos amó hasta el extremo de dar a su Hijo, quien a su vez nos amó hasta la muerte. Ello forma parte de nuestro culto racional (o servicio inteligente, según otras versiones). Como consecuencia, se trata de no «amoldarnos» a los hábitos del mundo que nos rodea; como dice la Escritura, a no conformarnos a este siglo (Romanos 12:2). Transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento, de nuestros pensamientos más íntimos, somos «hechos diferentes» de lo que éramos antes. Entonces podemos discernir y hacer la voluntad de Dios.