viernes, julio 27, 2007

Visión desde el interior

¡Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación…
Mi alma ha guardado tus testimonios,
y los he amado en gran manera.
Salmo 119:97, 167.

La comunión íntima del Señor es con los que le temen,
y a ellos hará conocer su pacto.
Salmo 25:14.

Cuando observamos un ventanal desde el exterior de una catedral, vemos una mezcolanza de pedazos desiguales, grisáceos y polvorientos. Esta impresión negativa cambia cuando entramos. Entonces admiramos el ventanal lleno de luz, descubrimos su hermosura, sus colores y captamos el mensaje del artista. Ocurre lo mismo con la Escritura. Es necesario «entrar» en este libro para admirar sus detalles y comprender su profundo significado. «Entrar» en la Biblia significa leerla atentamente, con perseverancia y reflexión. Mejor aún es leerla siendo conscientes de nuestras necesidades y debilidades para hallar en ella la respuesta a nuestros problemas. Entonces descubrimos quién es verdaderamente su autor: Dios mismo. Cuando llegamos a este punto, debemos leerla confiando en ese Autor. Por la fe nos apropiamos de las bendiciones que ella promete y agradecemos al Señor. La etapa siguiente consiste en leer las Sagradas Escrituras con el deseo de someternos a ellas. Sólo entonces ejercerán su poder transformador en nuestra vida, y un progreso dará lugar a otro, porque el gran secreto para comprender mejor la Palabra de Dios es poner en práctica lo que ya nos ha dado a entender.