Jesús dijo:
No he venido a llamar a justos,
sino a pecadores al arrepentimiento.
Lucas 5:32.
No he venido a llamar a justos,
sino a pecadores al arrepentimiento.
Lucas 5:32.
Estas palabras de Naamán llaman nuestra atención. Todos padecemos un mal más temible que la lepra: todos somos pecadores y por esta razón merecemos el juicio de Dios. Muchas personas buscan resolver a su manera el problema de sus pecados y culpabilidad. Pero sólo existe una solución a este problema y es la que Dios dio. El único medio de salvación es la muerte de Jesús en la cruz. En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hechos 4:12). Numerosos son los que no quieren aceptar sencillamente lo que Dios dice. Se sienten heridos en su amor propio. No quieren deberlo todo a otro. ¿Por qué no hacer algo uno mismo, por poco que sea, para colaborar en su salvación? La Escritura nos da la respuesta: Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9). He aquí yo decía para mí. Poco importa lo que nosotros digamos. Lo importante es escuchar y creer lo que Dios dice. Él merece toda nuestra confianza, pues dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, tenga vida eterna. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero, dijo el apóstol Pablo. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia (1 Timoteo 1:15-16).