sino herida,
hinchazón y podrida llaga…
Dejaos del hombre,
cuyo aliento está en su nariz;
porque ¿de qué es él estimado?
Isaías 1:6; 2:22.
Nadie puede negar los inmensos progresos científicos y técnicos de la humanidad. Pero, ¿ha progresado el hombre para bien? ¿Es más honesto o más abnegado? La instrucción, la cultura, las artes o la ciencia ¿le hicieron progresar moralmente? ¿Quién recibió mejor a Jesús, el enviado de Dios, la élite de este mundo o los excluidos? ¿Fueron los religiosos o los indiferentes? La respuesta es clara: en la cruz todos estaban presentes y unánimes para rechazarlo. Y los que mejor estaban ubicados en la escala social fueron los mayores instigadores. Al crucificar a Jesús el mundo mostró que no quería saber nada de Dios. La humanidad se organizó para prescindir de él y olvidarlo, si fuera posible. La naturaleza del hombre demostró ser irremediablemente mala. La buena educación y la posición social no mejoran el hombre. Tanto el más cultivado como el más simple manifiestan su oposición a Dios y se alejan de él, aun cuando procuran guardar las apariencias. Entonces, ¿se puede esperar algún progreso moral del ser humano? ¡Ninguno que provenga de sus propios esfuerzos, pero sí de parte del Señor! Cada ser humano está perdido, sin posibilidad de librarse por sí mismo del pecado. Sólo al aceptar a Cristo como Salvador personal recibe una nueva vida que le hace capaz de hacer el bien según Dios y vivir para él. En realidad Jesús es quien vivirá en él.