miércoles, noviembre 19, 2008

La voluntad de Dios

Mateo 26:39
“Y adelantándose un poco, cayó sobre Su rostro, orando y diciendo: Padre Mío, si es posible, que pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras”.

Constantemente estamos tomando decisiones y son ellas la que determinarán si llegaremos a ser el hombre o la mujer que Dios soñó. Hay decisiones que repercuten poco en nuestro propósito, pero hay otras que son determinantes. Jesús se enfrentó a una de esas decisiones: Hacer su voluntad o la del Padre a pesar de que eso le causaría dolor. Si hoy te preguntaras si estás dispuesto a hacer todo lo que Dios te pida, seguramente me dirías que sí. Pero es esa determinación la que tienes que mantener frente a la prueba de Su voluntad. Cuando hay algo que Dios te está pidiendo y a ti no te gusta, cuando te pide que abandones ese pecado oculto o ese pecado que estás viviendo, cuando te pide que abandones algún mal hábito, cuando te pide que perdones a esa persona que tanto te hirió y que vayas a visitarla, cuando te pide que siembres ese dinero que por tanto tiempo estuviste juntando para comprarte lo que has estado esperando, ¿Qué vas a hacer? El objetivo de la prueba de Su voluntad es que te vuelvas más dependiente de Dios. Si te rindes y haces la voluntad del Padre, Dios sabe que puede confiar en ti para cosas mayores. Entiéndelo, toda prueba de Su voluntad tiene por detrás una promoción. Busca la visión del Padre para tu vida, y adopta los deseos de Dios como tus deseos, los pensamientos de Dios como tus pensamientos, los planes de Dios como tus planes. Recuerda, la voluntad de Dios es siempre buena, agradable y perfecta. ¡Hay gran ganancia en hacer Su voluntad! Tal vez cortar con una relación que no está en la voluntad de Dios te sea doloroso al principio, pero si Dios te está guiando a hacerlo, hazlo. Abraham sufrió retrasos en el propósito de Dios, complicaciones y dolores por hacer su propia voluntad y no exactamente lo que Dios le había dicho. Primero llevó a su Padre, luego tuvo conflictos con Lot y concibió a Ismael, el hijo de la voluntad propia. Sólo superó la prueba de su propia voluntad cuando Dios le pidió a Isaac y él no dudó. Dios no quería quitarle lo que le había dado, sólo quería Su voluntad porque tenía grandes planes con su vida y necesitaba un hombre que los llevara a cabo. Cada uno de nosotros somos frutos del triunfo de la voluntad de Dios. Gracias a Jesús, que no hizo Su voluntad sino la del Padre, hoy podemos tener vida eterna y llevar a otros a los pies de Jesús. ¡Vale la pena decir Hágase Tu voluntad y no la mía!

“Padre celestial perdóname por todas las veces que he hecho mi propia voluntad. Me determino, con la ayuda de Tu Espíritu Santo a hacer Tu voluntad. Quiero ser confiable para Ti y llevar a cabo esos sueños tan grandes de bendición que tienes con mi vida. Quiero afectar a otros con esta misma bendición. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.