«Todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten»
Filipenses 4:8
Sabemos que nuestros teléfonos son muy útiles. Nos permiten estar en contacto con gente que nos importa y tener vidas más organizadas. Sin embargo, a menudo ignoramos que también son una ventana a incontables tentaciones y distracciones.
Nos cuesta admitirlo, pero estos dispositivos hacen nuestras vidas más miserables cuando los empleamos en «piloto automático», por la forma en que nuestra cultura y el mundo en que vivimos nos enseña a usarlos. Es decir, cuando los usamos sin reflexionar en cómo lo hacemos.
Hoy estamos acostumbrados a tener mentes fragmentadas, vidas inundadas de notificaciones y ser descuidados con el contenido que consumimos. Estamos habituados a depender en exceso de estos dispositivos e incontables aplicaciones que socavan nuestra privacidad de maneras perturbadoras para ganar dinero y además dañan nuestra capacidad de enfoque. Hoy vemos normal utilizar nuestro teléfono todo el tiempo, incluso para hacer «nada».
Es inevitable que esto afecte nuestra intimidad con Dios. También afecta nuestro trabajo, nuestras relaciones familiares, nuestros estudios y nuestro servicio en la iglesia y comunidad. ¿Cómo esperar crecer en esas áreas si dejamos que nuestros teléfonos nos hagan más desenfocados ante las cosas que importan? El mal uso de nuestros teléfonos estropea nuestras vidas y no nos damos cuenta. Ya sentimos que algo puede andar mal en cómo los manejamos, pero es fácil asumir que eso es «normal» porque todo el mundo usa sus teléfonos así. Es el nuevo statu quo en que vivimos y socava nuestro crecimiento en fruto para Dios.
Muchos creyentes pasamos el día sumergidos en un ambiente de distracciones y tentaciones en nuestros teléfonos que nos desvían de profundizar en nuestra relación con Dios. Por lo general, no estamos familiarizados con el privilegio de estar a solas con nuestro Padre para ser moldeados por Él al recibir su Palabra y responder en oración.
Olvidamos que no solo de contenido y notificaciones vivirá el hombre.
Dios te bendiga.
Adaptado del artículo y conferencia de Josué Barrios