Me dejaron a mí, fuente de agua viva.
Jeremías 2:13.
Si conocieras el don de Dios,
y quién es el que te dice: Dame de beber;
tú le pedirías, y él te daría agua viva.
Juan 4:10.
Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
Juan 7:37.
En cierta época, el agua corriente de la ciudad de Oran (Argelia) contenía bastante sal. Por eso algunos vendedores ambulantes vendían en recipientes agua dulce; pero finalmente la gente se acostumbró al agua salada. ¡Incluso la usaban para hacer el café! Esto ocurrió hasta el 27 de julio de 1952. A partir de ese día la ciudad fue alimentada con agua dulce. Para festejar el acontecimiento, muchos se reunieron para beber su café con agua dulce. Sin embargo, ¿sabe lo que sucedió después? Algunos ciudadanos, por costumbre, siguieron haciendo su café con agua salada. El agua dulce les parecía… ¡demasiado dulce, y no podían acostumbrarse a ella! Hagamos una pequeña aplicación espiritual de ese hecho. El agua salada nos trae a la memoria el gusto salobre de todo lo que el mundo ofrece y a lo que el hombre se acostumbra. El agua dulce nos hace pensar en aquella que salta para vida eterna, la que Jesucristo nos ofrece. Por eso, si descubrimos que él da la respuesta a nuestras preguntas, que nos colma con su gozo, paz, consuelo, fuerza, y responde a nuestras necesidades más profundas, ¿volveríamos a las fuentes que no apagan la sed? ¡Sería realmente insensato! ¡Saquemos de la Biblia el agua viva! Leyéndola, jamás volveremos a tener sed (Juan 4:14).Jeremías 2:13.
Si conocieras el don de Dios,
y quién es el que te dice: Dame de beber;
tú le pedirías, y él te daría agua viva.
Juan 4:10.
Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
Juan 7:37.