De modo que los que padecen
según la volundad de Dios,
encomienden sus almas al
fiel Creador, y hagan el bien.
1-Pedro 4:19
Mas el Dios de toda gracia,
que nos llamó a Su gloria
eterna en Jesucristo, después
que hayáis padecido un poco
de tiempo, Él mismo os perfeccione,
afirme, fortalezca y establezca.
1-Pedro 5:10
Cuando Alexander Whyte, un predicador escocés, era muchacho, tuvo un accidente en una máquina trilladora y se lastimó uno de sus brazos. Él no quiso ir a un hospital, porque sabía que de seguro le amputarían el brazo, así que prefirió que una vecina lo atendiera en la casa. Cada vez que el joven se quejaba por el sufrimiento, ella simplemente le decía: "Es bueno el dolor. Es bueno el dolor." Ella sabía que era el primer paso hacia la recuperación. Años después, un día cuando Alexander predicaba notó que la gente se quejaba porque sus palabras herían sus consciencias en lo más profundo, entonces él les dijo: "Es bueno el dolor. Es bueno el dolor." Whyte sabía que la convicción de pecado era necesaria para su curación espiritual. El dolor puede ser una disciplina del Señor por desobediencia a Su Palabra. Pero a veces, cuando sufrimos algún dolor, interpretamos equivocadamente el propósito de Dios en ello. Mientras examinamos nuestras vidas en actitud de oración para detectar la desobediencia debemos considerar otra posible razón para nuestra aflicción. El dolor podría ser una limpieza de parte de Dios de nuestras ya fructíferas vidas para hacernos más productivos espiritualmente. El Señor desea que llevemos "mucho fruto" de manera que lo glorifiquemos. Si estás pasando por una época difícil, el propósito de Dios puede ser hacerte más fructífero espiritualmente.