Respondió Jesús (a la samaritana) y le dijo:
Si conocieras el don de Dios,
y quién es el que te dice:
Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
Juan 4:10.
El que bebiere del agua que yo le daré,
no tendrá sed jamás.
Juan 4:14.
Si conocieras el don de Dios,
y quién es el que te dice:
Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
Juan 4:10.
El que bebiere del agua que yo le daré,
no tendrá sed jamás.
Juan 4:14.
Notemos que cuando Jesús habla con la mujer samaritana junto al pozo de Sicar, de entrada, el Señor coloca la conversación en un plano más elevado que las necesidades materiales momentáneas. Progresivamente Jesús habló de las necesidades del alma, más importantes que las del cuerpo. ¿Qué le reveló en primer lugar? Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber…. Sí, Dios es un Dios dador. La idea, por desdicha tan difundida, de que él es exigente y nos niega lo que nos parece bueno es errónea. Desvirtúa gravemente nuestro conocimiento de Dios. Conocer el don de Dios es conocer a Jesús, a quien Dios nos dio. Con él descubrimos una nueva libertad para invocarle. La samaritana comprendió que este extranjero era quizá un gran personaje, por eso prosiguió con sus preguntas. El Señor aprovechó esta oportunidad para hacer una declaración que puede ser aplicada en muchas situaciones: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed. El agua del pozo sólo apaga la sed por cierto tiempo. Ella es la imagen de lo que podemos hallar en este mundo para responder a lo que esperamos, sea en el plano físico, afectivo o psíquico. Pero el agua de vida que Jesús da es su gracia y su salvación. ¡Y es gratuita para todo aquel que la quiere!