“Ciertamente Egipto en vano e inútilmente dará ayuda; por tanto yo le di voces, que su fortaleza sería estarse quietos”.
Cuando todos los problemas se nos vienen encima, y las dificultades se acrecientan, nos sentimos presionados a tomar determinaciones apuradas que posteriormente podemos pagar muy caro. Se necesita una capacidad muy grande para evitar tomar determinaciones apuradas en esos momentos difíciles. Debemos saber que las determinaciones o decisiones que tomamos en “caliente”, generalmente no son decisiones sabias. Cuando uno está bajo presión no tiene la paz y tranquilidad para diferenciar lo bueno de lo mejor. Cualquiera sabe la diferencia entre lo bueno y lo malo, pero no todos entre lo bueno y lo mejor. Si queremos los mejores resultados en nuestras vidas, debemos aprender a hacer lo que Dios quiere que hagamos aunque no lo entendamos. El profeta Isaías nos dice que la fortaleza viene de estar quietos. Las demandas del Reino de Dios siempre son diametralmente opuestas a las del mundo. Estar quietos cuando el mundo se nos cae encima, humanamente hablando, es impracticable. En ese momento debemos ejercer la fe y obediencia a Dios y estar quietos, si así el Señor lo quiere. Muchas veces nosotros nos movemos primero, y dejamos al Señor atrás sin darle el principal lugar para Su obrar. Una de las cosas que debemos aprender como cristianos es a estar quietos en Dios, en otras palabras siempre debes esperar en Él, confiar en Él, porque Dios sabe qué hacer y cómo hacerlo. No importa si tú ves dificultades y problemas a tu alrededor, no importa si tú sientes que todo está perdido. Muévete con tu sentido espiritual, la fe, y espera en Dios que Él nunca te va a dejar abandonado. DIOS NUNCA FALLA, Él obrará y cumplirá todo lo que te ha prometido ¡Aleluya!
“Padre celestial, ayúdame a estar quieto en medio de la velocidad de mi jornada laboral. Ayúdame a dejarte a Ti primero, para que puedas obrar con libertad y yo pueda ser bendecido. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.
“Padre celestial, ayúdame a estar quieto en medio de la velocidad de mi jornada laboral. Ayúdame a dejarte a Ti primero, para que puedas obrar con libertad y yo pueda ser bendecido. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.